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El Cazador ausente
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Presentación
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Luis Sepúlveda *
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Alfredo Pita es un escritor meticuloso, cuyas fuentes siempre nacen de una aguda observación de la realidad, elemento fundacional de la literatura de muchos escritores latinoamericanos que, por urgencias de la época y de la convulsa historia de América Latina, han sentido la responsabilidad de realizar un registro histórico. Conclusión de lo anterior: la literatura ha optado por mantener viva la memoria, negándose a ser parte de un olvido intencionado y del que sólo pueden esperarse más olvidos, incluso la peligrosa posibilidad de olvidar el futuro.

De tal manera que Alfredo Pita toma vivencias generacionales -¡y qué generación la del escritor peruano!- para contarnos la historia de su país, que es parte de la historia de todo un continente.

El Cazador ausente es una de esas novelas que dejan un extraño sabor en la boca, el sabor de algo conocido, entrañable y que sabemos perdido para siempre. Y una vez terminada la lectura nos preguntamos si algún día dejará de ser necesario volver a contar una y otra vez el regreso de Ulises a Ítaca.

La novela de Alfredo Pita es un prodigioso viaje al pasado inmediato, un viaje a los recuerdos de una juventud que dejamos atrás sin haberla disfrutado hasta la saciedad, porque la época que nos tocó vivir a todos los que hoy rondamos los cincuenta años puso en nuestras manos una serie de responsabilidades muy grandes, y por cumplir con ellas renunciamos a muchas, tal vez demasiadas, cosas.

Pero, y en esto radica la grandeza de esta novela, El Cazador ausente no es una nostálgica mirada a días perdidos, sino un recuento para entender mejor qué ocurrió con nosotros y con nuestro mundo. La sana ironía -nunca sarcasmo-, que permite el distanciamiento de los hechos contados en el argumento, nos permite revivir aquellos que fueron o ingenuos o demasiado generosos ideales de humanidad, pero que nos marcaron con un sello indeleble: el que nos obliga a perseverar en una ética, aunque muchos digan que no es más que una justificación de los perdedores.

Ciertamente que El Cazador ausente, novela que obtuvo el Premio Internacional Las Dos Orillas del Salón del Libro Iberoamericano de Gijón, es una novela que trata de perdedores, pero de perdedores que sabían del riesgo de perderlo todo, y sin embargo se atrevieron a formular un mundo más digno y decente.

Alfredo Pita hiló con paciencia de artesano los detalles argumentales de una obra llamada a ser leída participando de la trama, porque el suspenso, la cadena de pasiones, grandezas y debilidades humanas, que van dando forma a la razón y emoción de los personajes, son reconocibles, verdaderas, y nos aterran o nos alegran; en muchos sentidos, todos hemos pasado por ellas, y agradecemos encontrarlas nuevamente tan bien ordenadas mediante los mecanismos de la ficción literaria que Alfredo Pita maneja con singular destreza.

No es fácil contar una historia como la de El Cazador ausente. El peligro de ser injusto con ciertos personajes que se lo merecen es muy grande, y los escritores solemos vengarnos disparando palabras. Alfredo Pita decidió que iba a contar su historia desde la belleza de la palabra, desde el orden incombustible de la literatura bien escrita y sin ningún tipo de concesiones.

Cuando terminé de leer El Cazador ausente, recuerdo que salí a dar un largo paseo junto al mar. Era de noche, hacía mucho frío frente al Cantábrico, y yo sentía la necesidad de contarles la novela a muchos amigos queridos. Quería contársela al poeta argentino Paco Urondo, al poeta peruano Javier Heraud, al poeta salvadoreño Roque Dalton, al poeta guatemalteco Otto René Castillo, al poeta chileno Víctor Jara. Y una vez más fue terrible reconocer que todos ellos estaban muertos, que los mataron, que nunca volverán a Ítaca.

Gracias, Alfredo Pita, por esta novela que es un espejo de nuestra generación.
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* Luis Sepúlveda, escritor chileno, autor, entre otras, de la novela El viejo que leía novelas de amor. Escribió este texto como prólogo para las ediciones española, italiana y portuguesa de El Cazador ausente.