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Lunes, 6 de noviembre de 1999
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La novela El cazador ausente, de Alfredo Pita, galardonada recientemente con el Premio Internacional "Las Dos Orillas", de Gijón, España, mereció la atención del diario Le Monde, de París. Aquí, con autorización del articulista, lo reeditamos traducido por la profesora Ghislaine Delaune-Gazeau. N.E.. |
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Reencuentros amargos |
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Por Jean-Louis Aragon |
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Hubiera podido llamarse Ulíses, en otros tiempos. Su Itaca es el Perú, su Dublín, Lima; su Ogigia, la Alemania donde reside desde 1972. Arturo Pereda Díaz, el "cazador ausente", nacido en Trujillo, en 1947, abandonó su país después de purgar tres años de prisión, tras haber participado en un asalto, junto con otros estudiantes, para dotar de fondos a un movimiento revolucionario. El 2 de marzo de 1985, después de quince años de ausencia, Pereda aterriza en Lima para realizar un reportaje fotográfico sobre la realidad del Perú. Pero lo que debía ser sólo un viaje profesional, amenizado por los reencuentros con sus familiares, se transforma rápidamente: "¿Cómo venderles estos nuevos rostros, estos nuevos sentimientos a los europeos, tan acostumbrados como están al "miserabilismo" y al realismo mágico, a la exótica y obscena danza del hambre, del folklore y de la muerte?". Todas las heridas, que Pereda pensaba que ya estaban cerradas para siempre, se ponen a sangrar una a una. La más profunda tiene que ver con el sumario enjuiciamiento y con la ejecución de un traidor. Esta traición, cuyas circunstancias y razones nunca fueron dilucidadas, se convertirá en el objeto de la investigación del fotógrafo y lo llevará, a través de pistas falsas y reales sorpresas, de Lima -que es recorrida en todos los sentidos, hasta volverla familiar- a México, vía París y Bruselas. Al volver al lugar del crimen, que fue también el de la pasión y la felicidad, Pereda asume todos los riesgos, pese a las advertencias que recibe. Pero ya es demasiado tarde porque los recuerdos y los cuestionamientos desfilan en él. Pereda, pues, durante el mes que dura su estadía, va a enfrentarse a sí mismo, a intentar afinarse como se afina las cuerdas de un piano, a auscultar las disonancias que han falseado la tonalidad que él quería dar a su vida. Todo es pasado por el tamiz: el exilio, que ahora le parece que es una negación de su país, de sus amigos y de sus ideales; la mentira con la que él pretendía borrar el acto irreparable y olvidar sus raíces; el Perú, empantanado siempre en sus desigualdades e injusticias endémicas; el deseo de volver a ver a la bella Laura, a ese loco de Rojas, o a la misteriosa Sarah: las razones de vida de ese "fracasado contento de sí mismo". Alfredo Pita no nos da tregua. La novela adquiere un giro embrujado con el juego que hace con el tiempo y con la superposición de los diferentes niveles del relato. La discontinuidad sistemática de la narración propulsa el pasado de Pereda a la misma escala temporal que el presente, de modo aún más impactante y hábil cuando la transición entre los periodos se realiza a través de locuciones comunes. Así, el pasado, el presente y el futuro se desvanecen para fundirse en una sola y única entidad. Esta demolición del tiempo ilustra perfectamente la voluntad de inscribirse en la diversidad del mundo, de asumir contradicciones y debilidades, de rechazar el olvido, de reivindicar la pluralidad: "como latinoamericano nacido en el norte del Perú, siento que mis raíces, además de mochicas, incas, celtas, moras, judías y romanas, son griegas". Alfredo Pita no habla de otro modo al atribuirse una ciudadanía cósmica. Y, aunque reconoce que ha puesto mucho de sí mismo y de sus lecturas en su novela, es gracias a esta multiplicidad que él se autoriza a tomar a un vasco como sujeto de uno de sus cuentos, o a preparar una novela situada en el barrio chino de París. Es por ello también que bromea consigo mismo a través de construcciones en espejo: la segunda parte de "El cazador ausente" se abre con unos versos de un poeta llamado Rafael Devalera, quien es sin embargo uno de los personajes de la novela y, también, el autor de un libro de poesía, "Sandalias del viento", publicado en 1995, el que se abre con una presentación que firma un tal Alfredo Pita. Nacido en 1948, Alfredo Pita ha publicado dos libros de cuentos y ha ganado varios premios literarios en su país. Desde 1984 vive en Francia, donde trabaja como periodista en la Agencia France Presse. Es tal vez una señal de los dioses el que "El cazador ausente", editada en el Perú en 1994 y luego casi olvidada, haya obtenido este año el premio Las Dos Orillas, discernido en Gijón, España (ver Le Monde, 4 de junio 1999). Este premio estipula una edición simultánea en Francia, Alemania, España, Grecia, Italia y Portugal. Una verdadera odisea, una prueba de que los libros también tienen su propio destino. |
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