Babelia
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Babelia – El PAIS - Madrid, 15 de julio 2000
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Narrativa
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Volver a casa, buscar la verdad

Se pública la primera novela del peruano Alfredo Pita,
en la que recrea los mitos de Ulises y de Edipo.

Narrativa. El cazador ausente
Alfredo Pita
Seix Barral, Barcelona, 2000
382 Páginas. 2600 Pesetas.
Escribe MIGUEL GARCIA-POSADA
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La historia narrada en El cazador ausente, de Alfredo Pita (Celendín, Perú, 1948), que se publica simultáneamente en seis países europeos, resulta ser la amplificación de dos mitos: en primer lugar, y sobre todo, el mito de Ulises, el mito del viajero que regresa a su tierra nativa; en segundo término, el mito edípico, esto es, la investigación de la verdad a no importa qué precio. Aquí, Arturo Pereda, fotógrafo peruano, residente en Alemania desde 1970, vuelve a Perú en viaje profesional. Como él mismo dice, ha renunciado a su país pero no necesita uno nuevo. Y, sin embargo, el pasado sale a su encuentro advirtiéndolo de la imposibilidad de tal renuncia: "No hallaras otra tierra ni otro mar. / La ciudad ira siempre en ti", rezan dos versos de Cavafis que Alfredo Pita antepone a la tercera y conclusiva parte de su libro. La cita es del poema La ciudad e ilustra bien el orden conceptual en el que el narrador se sitúa. (El texto cavafiano difiere levemente del más divulgado de Irigoyen).
La novela presenta al protagonista como alguien que había intentado renunciar a todo su pasado, incluida su identidad peruana; era ya un cazador "ausente" de los brutales problemas de su país. Pero es fatalmente convocado por su ayer, un ayer de 15 años atrás en el que formó parte de una organización revolucionaria, que debió ejecutar a uno de sus miembros por fundadas sospechas de traición. Mas la verdad profunda pudo ser otra bien distinta, según argumenta el texto. Argumenta y desarrolla en una espiral de creciente densidad, que se conduce a través de la vívida rememoración que suscita el encuentro del protagonista con algunos de los compañeros de ese ayer.
Tal es la materia temática y la articulación mítica sobre la que se construye la fábula de El cazador ausente. Nuevo Ulises, el protagonista volverá a su ciudad después de muy largo periplo; nuevo Edipo, el cazador irá a la búsqueda de su presa, es decir, de la verdad. La falsilla homérica opera a un nivel muy consciente de la escritura novelesca, tanto en su visión del mundo como en el deliberado diálogo intertextual, que se inscribe en un sistema de alusiones y referencias muy amplio pero nunca erudito ni pretencioso, en el que se integran Catulo, Donne, Baudelaire, Chéjov, Pound, Salinas o Vallejo y, naturalmente, Cavafis.
La búsqueda de la verdad se saldará con una conclusión terrible: los aparatos revolucionarios son, o pueden ser, tan arbitrarios y crueles como los represivos, y tan contaminados e impuros como éstos. Una cierta desolación metafísica nutre, por otra parte, al protagonista, ya desengañado de los absolutos ideológicos y en este sentido muy de fin de siglo. El recurso al asesinato del oponente político queda simbólicamente neutralizado por el desarrollo novelesco: este Ulises no quiere tener las manos manchadas de sangre.
En la línea de la meditación moral abierta por Vargas Llosa en Conversación en la Catedral, Pita plantea el tema peruano, vale tanto como decir el tema del país "que cambiaba, pero avanzando hacia la modernidad en medio de charcas de espanto, de locuras colectivas y de sangre"; y este planteamiento genera la exposición de un microcosmos social bien representativo, la particular comédie humaine de Pita, cuyos ejes centrales son los personajes que tiempo atrás se vieron implicados en la aventura de la guerrilla. Henos ahora en el Perú de 1985, ámbito muy distinto del novelado por Vargas Llosa en su citada novela, aunque en parte próximo al de la Historia de Mayta, del propio Vargas, y veteado también por el terrorismo, esta vez de signo neomaoista.
En cualquier caso, lo relevante es la presentación de ese microcosmos, en cuya travesía consiste en buena parte la particular odisea del protagonista, que se despliega, en la tercera sección del libro, en un nuevo periplo europeo y americano -mexicano-, que jalona definitivamente la navegación de este Ulises redivivo. Un cierre intensísimo, ciertamente, corona la novela, que quizá hubiese ganado con una mayor economía del entramado argumental, aunque ésta puede ser una opinión muy personal. Pero el hecho es que las repetidas aventuras amorosas del protagonista parecen, a veces, ser más un excurso que obedecer a la estricta exigencia de la trama.
En todo caso, El cazador ausente es una buena novela, bien construida, rigurosamente escrita y formulada en los diferentes niveles discursivos, incluido el deliro verbal, como el monólogo del doctor Rojas hacia el final del texto. Una novela política en el mejor sentido del término, que revela la pluralidad de caminos de la novela latinoamericana posterior al llamado boom. El escritor Luis Sepúlveda ha escrito una breve y aguda presentación de la obra.
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